Los varones y la práctica del aborto

¿Cuáles son las evidencias empíricas sobre el papel de los varones?

En este apartado y de acuerdo con los textos consultados, identificamos dos ejes analíticos temáticos bajo los cuales se ha abordado de manera prioritaria el análisis acerca de la participación de los varones en relación con el aborto. El primero de ellos remite a los vínculos entre las formas de relación emocionales (relaciones afectivas y sentimentales) que tiene la pareja y, en estrecha asociación con lo anterior, las distintas modalidades de arreglos de convivencia en ella. Estas dimensiones analíticas han mostrado ser muy relevantes para indagar acerca de las formas de responsabilidad que asumen los varones ante sus vivencias frente a un aborto inducido, pues en este ámbito relacional es decisivo el proceso de toma de decisiones para interrumpir el embarazo. El segundo eje analítico se refiere al papel y la responsabilidad que reconocen y/o asumen los varones en cuanto a su participación en la práctica anticonceptiva, ya sea la propia o la de su pareja. Este último ha sido abordado con frecuencia en las encuestas sobre fecundidad y salud reproductiva.

El vínculo con la pareja en la decisión de interrumpir un embarazo

La información para el análisis empírico de este eje analítico proviene principalmente de dos fuentes: por un lado, los diversos acercamientos cuantitativos, como son las encuestas sobre la sexualidad y la salud reproductiva, realizadas en determinados contextos sociales y geográficos, en las que se incluye un módulo específico para los varones, o bien encuestas ad hoc exclusivamente diseñadas para esta subpoblación, pero que, en ambos casos, incluyen pocos aspectos directamente relacionados con la cuestión del aborto. En este tipo de acercamientos casi siempre se ha estudiado a los varones desde ópticas muy similares a las utilizadas para las mujeres. Por otro lado, se encuentran mayoritariamente los estudios de corte cualitativo, a través de entrevistas a profundidad y/o grupos focales, que buscan profundizar en los temas anteriormente señalado desde una perspectiva más amplia. Tal enfoque permite indagar acerca de la experiencia de los varones entrevistados, sus actitudes, percepciones, la interiorización de las normatividades social y culturalmente construidas, además de las distintas modalidades de su participación en la práctica del aborto. Se trata, asimismo, de estudios cuya contribución y riqueza residen en que sugieren preguntas y reflexiones y ofrecen pistas importantes sobre qué y cómo investigar el tema.

Adicionalmente, en la literatura y en ambos tipos de acercamiento metodológico, se encuentran numerosas referencias relacionadas con la presencia del varón, sobre todo en torno al proceso de decisión de las mujeres para interrumpir el embarazo, pero que se obtienen mediante las voces de las mujeres. Sin embargo, documentar la experiencia de los varones a partir de lo expresado por las mujeres sobre la participación de sus parejas, compañeros o de los varones en general tiene sus limitaciones. Como señalan acertadamente Figueroa y Sánchez (2004): “lo que las mujeres expresan como formas de influencia de los varones en la decisión del aborto […] son sus interpretaciones y representaciones, construidas a partir del vínculo con sus parejas desde sus respectivas posiciones de género, por lo que la experiencia de los varones no se puede documentar exhaustivamente a partir de dichas referencias” (p. 262). Como también advierten García y Seuc (s/f) en su estudio sobre opciones y representaciones sociales del aborto y la anticoncepción en hombres de La Habana, tal situación obedece a que, para los varones, el aborto es un hecho siempre referido; es decir, construido desde el discurso y la percepción de las mujeres, en particular de sus parejas, debido a que no es vivenciado como experiencia personal del varón.

Interpretaciones y representaciones a partir de las mujeres

La gran mayoría de las investigaciones relacionadas con el comportamiento reproductivo de las mujeres se han caracterizado por incluir un conjunto de preguntas dirigidas a ellas, acerca de la participación de los varones en dicho comportamiento. En tales estudios se presta una atención particular a los ideales del tamaño de la descendencia de los hombres y a la influencia que ellos ejercen en la práctica anticonceptiva. En un menor número de las investigaciones sobre el tema se indaga acerca del tipo de vínculo con la pareja; en ellas se ha constatado que tal vínculo determina el nivel de involucramiento del varón, tanto para prevenir el embarazo como para asumir la paternidad, o en el acompañamiento o la falta de apoyo, en caso de que la mujer optara por un aborto. Aunque algunos de estos estudios se documentaron el capítulo 4 como parte de los motivos a los que recuren las mujeres para abortar, consideramos importante volver a mencionar algunos de ellos en esta sección, a fin de tener un panorama más integral del tema que tratamos en este capítulo.

Bankole et al. (1998) llevaron a cabo un estudio en el cual analizaron las razones dadas por las mujeres para recurrir al aborto y que comprendió la revisión de 32 investigaciones, emprendidas de 1988 a 1993, en 27 países. Se encontró que en algunos países de América Latina la principal razón, o entre las más importantes de estas razones, fue la objeción o falta de apoyo de la pareja ante el embarazo, hecho que manifiesta los  problemas y conflictos relacionales en el seno de la misma. Otros motivos fueron la desfavorable situación económica de la mujer, la carencia de apoyo de los padres o el hecho de ser demasiado jóvenes. La proporción de mujeres que declararon la primera de estas razones fue del 25% al 42% en algunos países de la región (Chile 25%, México 33% y Honduras 42%). Para Colombia, esta razón ocupó el segundo lugar, representando 16% del total de las mujeres para las mayores de 25 años y el cuarto más importante para las menores de esa edad, 16% para las casadas y no casadas. La proporción fue de una cuarte parte de las que tienen un nivel de escolaridad menor al de secundaria y de 15% para las que llegaron a un nivel superior a éste.

De la misma manera, como ya se indicó el capítulo 4, el estudio realizado en áreas urbanas de Colombia por Zamudio et al. (1999) corrobora que uno de los más importantes determinantes que afectan la decisión de terminar un embarazo, es el tipo de relación con el compañero. Sus resultados muestran que las mujeres cuyas relaciones son menos estables interrumpen con mayor frecuencia el embarazo que quienes tienen relaciones estables. También el miedo a perder el empleo o al deterioro de la situación económica son otras razones importantes. Estas últimas situaciones, como señalan los autores, tienen una estrecha vinculación no sólo con el tipo de condiciones de vida de la pareja, sino además con las relaciones e intercambios que se dan en la misma.

De acuerdo con los autores, la presión más cercana y más violenta para la mujer, por las connotaciones afectivas que tiene, es la del compañero; y ésta varía según el número de embarazo, estrato social y estado conyugal. La mayor presión se encontró entre las mujeres solteras. Los autores encuentran que las situaciones en las cuales la presión por abortar se ejerce de manera más explícita y evidente se observa en relaciones esporádicas o casuales y cuando la pareja o mujer es muy joven; cuando se trata de una relación extraconyugal; cuando el hombre sostiene el hogar solo, ya existe una descendencia numerosa y se ha completado el número de hijos deseados, y la situación económica es apremiante, o cuando prevalecen condiciones extremas de sumisión y falta de autonomía de la mujer. Destacan, asimismo, que la presión del compañero para interrumpir el embarazo no siempre se manifiesta abierta y explícitamente, sino también a través de ciertas actitudes y comportamientos con respecto a la mujer, tales como: la duda o el desconocimiento de la paternidad, si la mujer ha tenido relaciones sexuales con personas diferentes; la distancia y silencio de los varones, que sugiere o culmina en el abandono por parte de ellos; la advertencia de no aceptar la responsabilidad compartida y adjudicársela exclusivamente a la mujer. Por otra parte, el análisis de las entrevistas a profundidad con 80 mujeres, reveló que, de ellas, una baja proporción optó por interrumpir su embarazo, como parte de una decisión compartida con sus parejas. Pero una proporción nada despreciable de dichas mujeres expresaron que sus compañeros las presionaron para que abortaran. De acuerdo con estos testimonios, los autores identifican diversas situaciones relacionadas con las reacciones que, según las mujeres, tuvieron los varones ante sus vivencias en el aborto y que corresponden a: a) situaciones de presión del compañero; b) situaciones de decisión compartida; c) situaciones de decisión oculta, ya que el varón no fue informado directamente por la mujer d) situaciones de decisión compartida, pero se optó por la posición/decisión del varón; y, e) situaciones en que la mujer utilizó la noticia del embarazo para obtener beneficios del varón.

Otros estudios, que  se hicieron en Colombia, también dan cuenta de la participación de los varones en la decisión de interrumpir un embarazo, a través de las voces de las mujeres. Con base en una encuesta aplicada de 1990 a 1992 a 602 mujeres que acudieron a los servicios de la fundación Oriéntame para el tratamiento de abortos incompletos, Villarreal y Mora (1992) muestran cómo éstas manifestaron la participación de sus parejas en este evento. Un poco más de la mitad de los varones (52%) les dijeron expresamente que abortaran, una minoría (9%) les hicieron saber claramente que no les interesaba el embarazo, y sólo una cuarta parte de las parejas expresaron su acuerdo para que las mujeres continuaran con la gestación. Las autoras indican que si bien la opinión de la pareja no fue considerada el elemento más importante en la decisión de las mujeres por recurrir al aborto, éstas señalaron que los problemas económicos (26%) y la actitud negativa de la pareja o compañero hacia el embarazo (19%) fueron las principales razones para que dos quintas partes de ellas abortaran. Encontraron, asimismo, que los problemas con la pareja fueron más decisivos en las mujeres de mayor edad (de 25 a 39 años), de menor nivel educativo y en las que tenían relaciones menos estables y ocasionales. Aunque las autoras sostienen que si bien estos resultados muestran que la actitud del varón no es un factor clave, subrayan que entre las barreras, obstáculos o complicaciones mencionados por las mujeres para interrumpir el embarazo, hay situaciones relacionadas de manera directa o indirecta con su pareja masculina: problemas económicos, enfrentar la responsabilidad, perder el apoyo familiar, entre otros.

En otro estudio, las mismas autoras (Mora et Villarreal, 1995) entrevistaron a 60 mujeres atendidas en la sede principal de Oriéntame durante 1993, para recibir tratamiento ambulatorio por abortos incompletos. Sus hallazgos muestran que el 83% de las mujeres comunicaron el embarazo a su compañero. La mayoría de ellas se sintió apoyada o comprendida por él, pues también ellos consideraron que era inconveniente continuar la gestación. En una quinta parte de las mujeres de 20 a 29 años, el compañero rechazó el embarazo y aun cuando ellas inicialmente pensaron en proseguirlo, ante la reacción de éste se sintieron desprotegidas y sin apoyo. Las autoras encuentran, a su vez, que la decisión y resolución final para interrumpir el embarazo es asumida frecuentemente sólo por las mujeres: la mitad de las mujeres declararon que tomaron la decisión por sí mismas; una tercera parte lo hizo dialogando y analizando la situación con su compañero y menos del 10% manifestaron que la decisión era compartida con su pareja. Tales resultados sugieren, de nuevo, la importancia que adquiere la percepción de las condiciones del momento, que no son ajenas a la presencia del varón.

De la misma manera, diversos estudios de tipo cualitativo realizados en Bogotá destacan cómo las decisiones de las mujeres frente al embarazo están mediadas por la reacción ante el mismo de la pareja y el tipo de vínculo o grado de estabilidad en la relación, a lo cual se aúna que las mujeres tengan o carezcan de un proyecto de vida (Martignon 1992; Mora, 2004; Browner, s/f). Para esta última autora, la reacción inicial del hombre frente a un embarazo es un elemento indicativo del respaldo económico y/o afectivo que recibirá su pareja y, por tanto, es un factor decisivo en la resolución de un embarazo no deseado.

En su estudio cualitativo sobre el impacto psicosocial del aborto, Cardichi (1993) llegó a conclusiones similares. Encontró que de las 50 mujeres entrevistadas que habían abortado en Lima, la presencia o ausencia de la pareja, además de la calidad y el futuro de la relación jugaron un papel importante para recurrir al aborto. Las relaciones ausentes o conflictivas influyeron en la decisión de la mujer, siendo que una tercera parte de ellas abortó, según expresaron, por problemas con la pareja.

La misma tendencia se observa en el estudio de Lafaurie et al. (2005), sobre las experiencias de la interrupción del embarazo con medicamentos de mujeres de México, Colombia, Ecuador y Perú. De acuerdo con la investigación, un elemento que juega un papel vital en la decisión sobre el aborto es el estado emocional de las mujeres, que, en buena medida, depende de la reacción y actitud de la pareja.

En esta línea se encuentra un estudio que tuvo lugar en Panamá. Su objetivo consistió en explorar las diferentes características psicosociales de 100 mujeres jóvenes que tuvieron abortos. Las participantes en la investigación tenían una edad media de 19 años, su escolaridad era de secundaría incompleta, iniciaron temprano su vida sexual (antes de los 15 años), en su mayoría en unión libre. De dichas mujeres, 25% tuvieron un diagnóstico de aborto provocado y 75% de aborto espontáneo, además de una práctica anticonceptiva reducida (36% en el primer caso y 68% en el segundo). Se encontró que la principal razón por la cual las mujeres se provocaron el aborto fue porque el compañero no deseaba el embarazo (78% de los casos) (Mendoza et al., 2003). Otro estudio en ese mismo país recogió la opinión de mujeres activistas e intelectuales respecto a la promoción de sus derechos en torno al aborto. Sus conclusiones fueron menos enfáticas en cuanto a la percepción de las mujeres sobre la participación del varón: 27% señalaron que el hombre juega un papel decisivo en la toma de decisiones en torno aborto, 19% que la involucración  del mismo no representa ningún tipo de apoyo y 31% sugirió que su participación es necesaria (Miller et Bermúdez, 1995 y 1996).

Al respecto, la investigación realizada en un servicio urbano de aborto clandestino en el Cono Sur, durante 1995, reveló también que si bien un poco más de la mitad de las mujeres consideradas contaron con el apoyo del compañero, más de una tercera parte de ellas le habían ocultado el embarazo (Strickler et al., 2001).

Como parte de un estudio cualitativo, con entrevistas a profundidad a 12 mujeres mexicanas, Amuchástegui y Rivas (1993) observan que el embarazo no deseado es el resultado de diversas razones relacionadas entre sí, como pueden ser: conflictos en la pareja que producen un ambiente inadecuado para criar a un hijo; inestabilidad, abuso, separación o divorcio en marcha; condiciones económicas adveras; alta paridad o deseos de fecundidad satisfechos; proyectos personales y violación. De estas razones, el conflicto de pareja aparece como el motivo que se alude con mayor frecuencia para recurrir al aborto. Las autoras afirman que la actitud del varón frente a la decisión de abortar, ya sea que la apoye, manifieste su desacuerdo o incluso obligue a su pareja a recurrir a tal práctica, ilustra claramente tanto la imposición del hombre en la definición de la relación, que la mujer acata, como la situación de dependencia de la mujer que limita en gran medida su capacidad de decidir. También muestran que las mujeres apoyadas por sus parejas en el aborto son quienes recibían mejor atención. Concluyen las autoras que las identidades y roles de género construidos socialmente otorgan jerarquías y diferencias dentro de la relación de poder de los sexos; por lo tanto, mientras las mujeres otorguen el dominio de su cuerpo a otros, sean estos médicos, compañeros, padres o hermanos, será imposible poder evitar embarazos no deseados. Asimismo, destacan que las campañas preventivas que se dirigen principalmente a las mujeres desconocen la relevancia de la negociación sexual en la pareja y la imposibilidad de que las mujeres elijan de manera autónoma no embarazarse, sin el apoyo o la interferencia del compañero (Tolbert et al., 1994).

Por su parte, en un estudio con parejas de adolescentes que daban a luz o se encontraban hospitalizadas por aborto, en la Ciudad de México, Romero (1993) encontró que la influencia del compañero en la decisión de interrumpir o continuar la gestación se asociaba a la inestabilidad de la pareja, la cual, junto con la presencia/ausencia de la madre en la vida de la chica, fueron elementos altamente vinculados con el aborto o con el embarazo a término (citado por Tolbert et al.,1994).

Pick de Weiss y David (1990) hicieron un estudio cualitativo, para el cual se aplicó un cuestionario semiestructurado a 156 mujeres que habían abortado en la Ciudad de México. Uno de los hallazgos fue que la principal razón que ellas señalaron para decidir el aborto fue la presión de la pareja (33%). Asimismo, encuentran que tal resultado se relaciona con el tipo de servicios al que recurren para abortar: el mayor porcentaje de quienes experimentaron presión de la pareja para interrumpir un embarazo eligieron un médico (citado por Tolbert et al.,1994).

De la constatación de los hallazgos derivados de investigaciones mencionadas en párrafos anteriores, se desprende que en el proceso de decidir la interrupción de un embarazo, inciden elementos como: el tipo de vínculo que se establece entre la pareja, el grado de consenso o de conflicto en el seno de la misma, la actitud y comportamiento que asume el varón, así como las percepciones sobre las condiciones del momento en que las mujeres procesan tal decisión. Dichos elementos también influyen en el tipo de servicios que utilizan las mujeres para abortar. Esta situación, en gran medida, se ve confirmada cuando se analizan los resultados de las investigaciones que centran su atención en las vivencias y percepciones de los varones.

La experiencia de los varones: ¿transición hacia una corresponsabilidad?

Tobert et al. (1994) en la revisión de los artículos publicados en la revista Studies in Family Planning de 1979 a 1994 concluyen que pocos estudios sobre la decisión del aborto incluían la opinión de los varones y más aún, que menos de la mitad de los dedicados al proceso de decisión de abortar, que fueron considerados, mencionan explícitamente el rol de la pareja en tal proceso. En más de la mitad de estos últimos, se utilizan términos como “problemas con la pareja”, o “penurias económicas”, que si bien involucran la participación masculina, no abordan explícita y directamente el papel de los varones en la decisión. Asimismo, LLovet y Ramos (2001) constatan, en su estudio acerca del estado de conocimiento sobre el aborto inducido en América Latina, la insuficiencia de investigaciones que abordan la relación entre las diferentes respuestas de los varones en el proceso de decisión de tal práctica, pues se tata de una dimensión relacional que sólo recientemente ha comenzado a ser objeto de estudio.

En los trabajos consultados, cuyas referencias bibliográficas se incluyen en esta recopilación, hay resultados muy sugerentes acerca del importante papel de los varones en la interrupción del embarazo, desde su propio punto de vista. Tales hallazgos remiten a los sentimientos de la pareja, la responsabilidad que los varones asumen, según se trate de vínculos menos estables o formales, y el tipo de apoyo que ellos proporcionan. La gran mayoría de estos estudios fueron realizados mediante metodologías cualitativas, razón por la cual, sus hallazgos nos ofrecen una mejor comprensión del significado que adquiere esta problemática.

Guevara Ruiseñor (1998; 2000) ha incursionado en el mundo de los sentimientos emocionales (el grado de amor hacia las mujeres) y el tipo de relación que mantienen los varones con sus compañeras y las diversas formas de responsabilidad que ellos asumen ante la experiencia vivida en el aborto. Entre los hallazgos de las entrevistas a profundidad con 52 hombres de 20 a 46 años residentes en la Ciudad de México, que habían vivido al menos un aborto y cuyo nivel de escolaridad correspondía al bachillero, la autora encontró que “el tipo de responsabilidad que asumen los varones ante el aborto inducido depende del vínculo emocional y del tipo de relación que mantienen con su compañera. Los hombres asumen mayores responsabilidades ante el aborto cuando el embarazo no deseado ocurre en relaciones formales (esposa o novia) y cuando la amaban mucho. En los otros casos (cuando se trataba de una relación ocasional o de amantes o cuando no la quería), brindaban un apoyo casi nulo que consistía, en la mayoría de los casos, en un aporte económico”. Considera, además, que “en las relaciones no formales es donde se presenta un menor margen de negociación y un mayor obstáculo a las elecciones y derechos de las mujeres. En estas situaciones los códigos no explícitos dejan perfectamente claro que ninguna otra opción entra en la negociación, la interrupción del embarazo es parte de las reglas implícitas del juego. Se asume que desde el momento que se acepta una relación de amante o el contacto coital con una amiga, se aceptan implícitamente las reglas de no compromiso y no responsabilidad de los hombres” (p.173) (Guevara Ruiseñor 1998).

Aliaga Bruch y Machicao Barbery (1995)hicieron un estudio en Bolivia para el cual aplicaron entrevistas a profundidad a diez varones que vivieron muy de cerca la experiencia del aborto de sus compañeras. Las investigadoras indagaron las actitudes asumidas por los varones en la toma de decisión sobre el aborto, que dependieron de la naturaleza de la relación de la pareja, la etapa de vida, la situación económica y la predisposición emocional que manifestaron para asumir el papel de padre. Dichas actitudes se expresan en sentimientos y reacciones que comprenden desde miedo, dolor, culpa, rechazo e insensibilidad, hasta responsabilidad y solidaridad. Asimismo, identifican diversas maneras en que estas actitudes pueden manifestarse: a) los varones que no vinculan el sexo con el amor y a quienes un embarazo y la interrupción del mismo les afecta en tanto se sienten involucrados sentimentalmente con su pareja. Estos varones pueden manifestar sentimientos de preocupación por la pareja en términos afectivos y psicológicos, y en caso de que sólo experimenten algún grado de responsabilidad llegan a pagar el servicio médico, pero se distancian; b) varones que apoyan la decisión de su pareja, pero no asumen la responsabilidad de la misma; c) varones que reaccionan agresivamente, expresando la duda de haber sido quienes embarazaron a la mujer; d) varones que manifiestan el deseo de asumir la paternidad del hijo y resienten la decisión de su pareja de abortar, situación en la que se sienten frustrados, desilusionados y marginados de una decisión en la cual perciben que deberían involucrarse; y e) varones que asumen una actitud de solidaridad con su pareja, tanto con respecto a su salud física como emocional.

Mora y Villarreal (2000) realizaron una investigación en Colombia relacionada con el proceso de negociación que se da en el seno de la pareja respecto a la interrupción del embarazo, y, en particular, para comprender la injerencia de los varones en la decisión frente al último embarazo que termino en aborto incompleto, el cual fue motivo de su consulta en los servicios proporcionados por Oriéntame en 1998. Mediante la combinación de metodologías (de tipo cuantitativo y cualitativo) recogieron información, a través de una encuesta a 390 varones, pertenecientes, en su mayoría, al estrato medio urbano, con un promedio de edad de 28 años y de 13 años de escolaridad. De ellos, 200 acompañaron a sus parejas mientras eran atendidas en dicho. La información sobre el resto de los hombres, que no acompañaron a su pareja al servicio, se obtuvo a través de las mujeres. Posteriormente, en 1999, las autoras realizaron 20 entrevistas en profundidad a varones con características muy similares. La mayoría de los hombres encuestado y entrevistados tenían con la usuaria una relación sin convivencia y el tipo de relación más frecuente era el noviazgo. 

Las autoras presentan novedosos y muy sugerentes resultados, entre los cuales dan cuenta de la reacción inicial de la pareja frente al embarazo y según el tipo de relación de pareja. Los datos corresponden a las respuestas dadas por los varones encuestados, o sea los que acompañaron a la mujer al servicio y que por tanto le ofrecieron apoyo emocional y/o económico. Encuentran que en una tercera parte ambos miembros de la pareja coincidieron en su deseo de interrumpir el embarazo, situación que se presentó más frecuentemente entre las parejas casadas o unidas (38%), siendo menor en aquellas con relaciones   ocasionales o paralelas y en las de noviazgo (33% y 32% respectivamente). En el total de las parejas en las que de acuerdo a su reacción inicial ambos deseaban continuarlo o tenían una reacción ambivalente (24%), la menor proporción se dio en las parejas con relaciones ocasionales y paralelas (10%) y la mayor entre las relaciones de noviazgo (31%).

La incidencia del varón en la decisión para interrumpir el embarazo se observó más claramente en las parejas donde se dio la mayor divergencia en la reacción inicial de la pareja frente al embarazo, encontrando de nuevo diferencias importantes según el tipo de relación. El mayor desacuerdo se presentó en las parejas con relaciones ocasionales o paralelas (50%) y el deseo de continuar el embarazo fue algo mayor en las mujeres (27%) que en los varones (23%), mientras que en las relaciones con convivencia (casadas o unidas) fue menor el desacuerdo (34%), siendo mucho menor el deseo de continuar el embarazo por parte de las mujeres (8% que en los varones (26%). En las relaciones de noviazgo (31% en desacuerdo), el deseo de continuarlo fue también mucho menor entre las mujeres que entre los varones (11% y 20% respectivamente). Estas evidencias, señalan las autoras, sugieren que en las relaciones con convivencia, son los varones los que tienen menos posibilidad de influir en la decisión de la mujer. Situación similar se observa en las relaciones de noviazgo.

De acuerdo con las autoras, el hecho de tener una relación ocasional o paralela fue el factor explicativo de la ausencia de muchos hombres que no acompañaron a sus mujeres a los servicios y de que sean ellas las que asumen solas la resolución del aborto y los problemas derivados sin el apoyo del varón. Tal situación obedece a la inestabilidad e incertidumbre sobre el futuro de la relación o a la falta de interés o indiferencia del compañero con respecto al embarazo y que lleva a muchas mujeres a no compartir con ellos su decisión de abortar o aun más, a no informarles de su embarazo.

La información que obtuvieron de las entrevistas en profundidad resulta sumamente relevante para comprender el complejo proceso de negociación en el seno de la pareja y la mayor incidencia de los varones en la decisión final de interrumpir el embarazo. Observan que cuando la mujer propuso la interrupción del embarazo, el varón acogió esta decisión. Sin embargo, en los casos de desacuerdo de la pareja, cuando la mujer expresó su deseo de continuarlo, el varón planteó los inconvenientes haciendo ver a la mujer que la mejor opción era la interrupción del mismo, o sea buscando orientar la decisión hacia lo que ellos querían. No obstante, como agregan las autoras, los diálogos en dicho proceso dejan claramente expuesto que para ellos es la mujer en quien recae la decisión final. Es ella quien asume la responsabilidad de las consecuencias del comportamiento sexual de la pareja.

También este estudio muestra que los factores que intervienen en el diálogo que se dio en la pareja para tomar la decisión de interrumpir el embarazo, varían tanto en función de la modalidad de relación entre ella, como entre los varones y las mujeres. Las condiciones económicas resultaron ser el factor más importante para quienes tenían una relación de convivencia (53%). Para las parejas con relación de noviazgo, si bien el factor económico (falta de independencia económica) también fue el de mayor peso (33%), éste es seguido de cerca por lo que ellos consideran como “la situación de la mujer”; es decir las adversas implicaciones sociales de tener un hijo en una relación no formalizada socialmente, como serían la perdida de apoyo familiar o la necesidad de interrumpir sus estudios (30%). Asimismo, los proyectos expectativas individuales resultaron ser un factor relevante (24%). En cambio, en las relaciones menos estables (ocasionales y paralelas), el factor de mayor peso fue precisamente el tipo de relación, o sea la situación social y familiar que la mujer tendría que enfrentar en una relación no formalizada (37%) y la inestabilidad de la misma (33%). En éstas, el factor económico y los proyectos o expectativas individuales mostraron un menor peso (13% y 10% respectivamente).

En cuanto a la opinión y valoración de los varones con respecto a la práctica del aborto las autoras encuentran que ésta es muy similar entre quienes la consideran negativa, pero que las circunstancias personales la justifican y los que estuvieron de acuerdo en que es una decisión personal y, por tanto, un derecho de las personas. Las autoras concluyen que los hallazgos de su estudio muestran la predominancia de una concepción cultural acerca de la práctica del aborto, según la cual, y de acuerdo con la opinión de la mayoría de los varones, la responsabilidad de la prevención y de las consecuencias del comportamiento sexual de la pareja está en manos de las mujeres.

De manera similar, Álvarez Duarte et al. (2002), destacan hallazgos de otros estudios hechos en Brasil (Smigay, 1993; Ramírez-Gálvez, 1999), los cuales evidencian que, en la medida en que los varones estén más involucrados en el proceso reproductivo en general y específicamente en la paternidad, se muestran más abiertos y sensibles a los sentimientos de las mujeres. Asimismo, encuentran que la mayor participación masculina con respecto al aborto depende del tipo y calidad de la relación que existe en la pareja: si el embarazo ocurre en una relación ocasional y muy reciente, el varón no participa en la discusión y decisión acerca de un posible aborto y en su realización.

Fachel Leal y Fachel (1998) obtuvieron resultados muy sugerentes en un estudio con personas de sectores marginales urbanos de la ciudad brasileña de Porto Alegre. Mediante un análisis en el cual se combina el enfoque etnográfico con el estadístico, muestran la importancia de la organización familiar, las redes de relaciones de parentesco y la conformación de alianzas para entender la transacción que se establece entre hombres y mujeres en torno al embarazo y al aborto. Sus conclusiones revelan la presencia de una postura discursiva menos conservadora por parte de los varones al señalar que la decisión de abortar es parte de la autodeterminación de las mujeres, y que se ve justificada ante determinadas circunstancias, tales como la falta de condiciones para la manutención y crianza de los hijos. Pero dicha posición suele relativizarse en el caso de los hombres jóvenes. Algunos de los varones que se oponen a dicha práctica prefieren, como alternativa, considerar la posibilidad de que algún miembro de la familia asuma la crianza del hijo, lo que pone de manifiesto la importancia que adquiere la organización familiar extensa entre los grupos urbanos populares, así como en contextos rurales, donde la circulación de los hijos es recurrente y nada despreciable. En cambio, para las mujeres la situación de la práctica del aborto parece ser más ambigua y compleja, debido a la particular importancia de la legitimidad y reconocimiento social que le confiere a una mujer el embarazo. Ante el rechazo de una mujer de asumirlo socialmente, su interrupción deja de concebirse como un aborto –con la carga emotiva que por lo general tiene esta palabra–, y adquiere una connotación biológica, consistente en restablecer un desorden menstrual.

En la también ciudad brasileña de Sao Paolo, y a través de entrevistas a profundidad, Oliviera et al. (1999) analizaron en 1997 la interacción entre los procesos sociales (el contexto socio-cultural en que los varones han vivido) y la dimensión subjetiva (la lógica interpretativa de los varones respecto a su propia vida reproductiva) con relación a la práctica anticonceptiva en varones jóvenes de dos generaciones de sectores medios. Con respecto a la experiencia de los varones en el aborto, las autoras constatan, como en los estudios ya citados anteriormente, que el tipo de relaciones en la pareja marca diferencias en dicha experiencia : de nuevo, el aborto es la solución preferida para un embarazo no deseado en el contexto de una relación incidental o cuando no incluye planes futuros. No obstante, algunos hombres se convierten en padres bajo estas circunstancias, dado el deseo o imposición de su pareja, a veces en contra de sus propios deseos. La ambigüedad de los varones con respecto a este acto se expresa en términos de experiencias negativas, dolorosas y traumáticas, que en ocasiones llevaron a finalizar la relación. En el caso de las relaciones cortas o extramaritales, dicha ambigüedad se manifiesta, asimismo, en sentimientos de culpa, remordimiento o alivio. Entre los varones entrevistados hubo quienes dijeron, por ejemplo, haberse sentido muy incómodos por participar en la decisión y acompañar a su pareja a practicarse un aborto. Esta situación ambigua, de incomodidad y de alivio, surge no sólo de considerar el aborto como un acto de violencia contra el cuerpo de la mujer, sino de reconocer la legitimidad del deseo de ésta de experimentar o no la maternidad. Asimismo, tal situación también obedece a las condiciones para acceder al aborto, determinadas, en gran medida, por el hecho de que, salvo por ciertas excepciones legales, el aborto sea un acto ilícito en Brasil y por lo tanto es practicado en condiciones clandestinas. Acerca del papel de la religión, las autoras argumentan que las normatividades religiosas no tienen un efecto significativo en la posición del varón respecto al aborto, ya que las principales razones para la práctica del mismo resultan de su percepción de esta práctica como un acto de violencia contra el cuerpo del mujeres, y, por tanto, en donde la interrupción del embarazo debe ser básicamente un asunto de opciones.

De los resultados del estudio cualitativo realizado por Cáceres (1998) con adolescentes y jóvenes limeños, se encontró que el embrazo no deseado representa para los varones una barrera en su vida y que en su imaginario existe el riesgo de ser engañado por una chica que busque forzar una unión por medio del embarazo, mientras que para las mujeres éste es una deshonra. También señalan los efectos desfavorables para el hijo no deseado. En la aceptación de la práctica del aborto se observan valoraciones dividas. La más común responde a problemas de salud de la madre o el niño, seguida de la violación. Menos aceptable es que el aborto sólo responda a la voluntad de la mujer, por la existencia de problemas económicos en la pareja o conflictos en las metas de desarrollo temporal. Sin embargo, algunos jóvenes reconocen en las mujeres la autoridad para decidir sobre el embarazo, al considerar que son ellas quienes experimentan la mayor parte de las consecuencias cuando éste es no deseado.

Como en los estudios señalados anteriormente, Zamberlin (2000) en su investigación cualitativa sobre el papel de los varones en la prevención de embarazos no deseados, realizado en un barrio de la provincia de Buenos Aires, también encontró que la respuesta de los varones ante un embarazo imprevisto depende del tipo de vínculo con la pareja. Cuando el embarazo fue producto de una relación no formal, los varones dudaron que la paternidad que llegó a atribuírseles fuera realmente suya, por lo cual sugirieron que la mujer practicara un aborto o dejaron la decisión en sus manos, pensando: “si lo quiere tener que lo tenga”. En el caso de las parejas estables, su reacción implicó recurrir al aborto. Con respecto a las parejas recién formadas y en las cuales prevalecía un sentimiento de afecto, a medida que se fortalecía el vínculo aumentaban las posibilidades de un embarazo no planeado. Ante la ausencia de prácticas preventivas, tal situación condujo a que las parejas estables fueran más propensas a tener embarazos no deseados.

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