El aborto en la adolescencia

El aborto en la adolescencia

La práctica del aborto inducido en la población adolescente es un tema que en América Latina y el Caribe ha cobrado especial relevancia, por su elevada incidencia. También obedece, como suponen algunos autores, a que esta práctica posiblemente continuará llevándose a cabo, como ya se vio en el Capítulo 4 -Perfil sociodemográfico de las mujeres y motivos para recurrir al aborto inducido-, en condiciones de inseguridad para la vida y la salud de las mujeres, sobre todo las más jóvenes y con menos recursos, dadas las mayores barreras que enfrentan para acceder a los servicios de salud. Las actuales condiciones de salud reproductiva en la adolescencia, dentro de las cuales también se encuentran los eventos que rodean el embarazo, obedecen, en parte, a las modalidades de la transición demográfica y cultural experimentada en los países de la región (Oliveira, 2000; Fondo de Población de las Naciones Unidas, 2000).

Asimismo, varios autores coinciden en que el embarazo, el aborto y la maternidad y paternidad en la adolescencia son eventos que los jóvenes deberían posponer y experimentar hasta la edad adulta. Esto debido a que la adolescencia (como es concebida actualmente y en particular en los países desarrollados) se considera una etapa de transición entre la niñez y la adultez, durante la cual se adquieren conocimientos, valores y habilidades que los y las preparan para asumir responsabilidades futuras. Es en esta etapa en la que se manifiestan con mayor intensidad algunos de los problemas y carencias que afectan a las sociedades, como la inequidad social, la violencia de género, el insuficiente acceso a recursos económicos y a los servicios de salud. Es también cuando la personalidad suele terminar de formarse y se consolidan valores que definirán los comportamientos y actitudes sexuales, además del grado de responsabilidad e independencia que se logren alcanzar en el futuro (Libertad y Reyes Díaz, 2003).

Como señala Núñez (2001) “hay una gran necesidad de entender la sexualidad del adolescente, en especial sus propias percepciones y creencias sobre su cuerpo, las formas en que se establecen las primeras relaciones entre la mujer y el varón adolescente, el rol y responsabilidad de cada uno con respecto a la prevención de un embarazo, las actitudes hacia diversos métodos de anticoncepción y sus futuros planes como pareja una vez que comienza una relación sexual. La inadecuada comprensión de estos factores, por muchas parejas adolescentes, conlleva a un embarazo no deseado y, a menudo, al aborto” (p. 108).

El concepto “adolescencia” es una “construcción cultural sujeta a la variación de ambientes y contextos” (Villarreal, 1998, citado en Guzmán et al., 2001) que, por tal razón puede ser distinto dependiendo de las particularidades de cada caso. Existen, por ejemplo, sociedades y grupos en los cuales los niños y las niñas adquieren obligaciones de adultos sin pasar por lo que comúnmente se entiende como adolescencia. En tales contextos, el matrimonio y el embarazo en este grupo poblacional no son vistos como algo indeseable. Este último tampoco es considerado un problema en sí mismo, sino como resultado natural del modo de vida existente en una sociedad determinada.

Los cambios biológicos ocurridos durante la pubertad –la etapa durante la cual se adquiere la capacidad de reproducirse– son inherentes a cada persona. Este periodo de la vida coincide con la adolescencia, la cual, para fines analíticos y operativos, se considera como el rango de edad que puede ir de los 10 a los 19 años, o de los 15 a los 19. No obstante, como antes se indicó, la adolescencia puede vivirse de forma muy diversa. Para las mujeres, su situación relacionada con el desenlace del embarazo durante tal etapa dependerá en gran medida de que estén unidas legal o consensualmente o no lo estén; de su nivel de escolaridad; de sus condiciones económicas; de que vivan solas o con sus padres, familiares u otras personas con quienes formen redes sociales.

En un estudio cualitativo sobre la influencia de las redes sociales en mujeres jóvenes de áreas urbanas de México, la autora afirma que las posibilidades de que una mujer interrumpa un embarazo de forma segura se reducen en la medida en que los vínculos entre los miembros de la red social de la que ella forma parte sean más débiles. Por lo tanto, el apoyo de dicha red que ésta obtenga tenderá a ser menor. Suele ocurrir, agrega, que aunque una persona no tenga una postura favorable al aborto, sí puede estar dispuesta a apoyar a alguna mujer que interrumpa un embarazo y con quien tenga un vínculo afectivo. En sus conclusiones, la autora destaca que la red social es fundamental en un contexto de clandestinidad, pero también indica que cuando una mujer desea recurrir a tal práctica, este apoyo puede ser selectivo, debido a la estigmatización y conservadurismo que influyen en la percepción que se tiene del aborto (Villa Torres, 2005).

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