“El debate ideológico, político y ético (y la investigación empírica) en torno al aborto se ha(n) caracterizado por una omisión constante sobre el papel de los varones como actores y copartícipes” (Guevara, 2000).
Una de las perspectivas de investigación que ha adquirido cada vez mayor atención e importancia en el campo de la sexualidad y de la reproducción, se refiere a la dimensión “relacional”, que pone el acento en los diversos procesos y mecanismos de interacción entre los diversos actores y agentes sociales que inciden en dichos campos. Como parte de esta dimensión, la literatura producida en la región de los últimos años confirma el interés por indagar acerca del papel de los varones en tales procesos. Se busca con ello romper con el sesgo universalista de centrar el análisis y orientar las intervenciones exclusivamente en las mujeres y, por tanto, en la lógica individual que guía el proceso de decisiones y las prácticas en estos ámbitos.
Aunque el tema de la participación de los varones en el ámbito de la sexualidad y salud reproductiva ha emergido con gran fuerza en años recientes, tanto en los espacios académicos, como en los de la sociedad civil y en menor medida en los programáticos públicos, son todavía muy insuficientes los estudios empíricos acerca de la presencia, participación o involucración de los varones en la experiencia de la interrupción voluntaria del embarazo. Tal situación es unánimemente constatada en la literatura actual sobre el tema. Ello obedece, como se ha constatado en los capítulos anteriores, a las limitaciones y complejidad de las diversas dimensiones, procesos, actores, ámbitos sociales e institucionales y circunstancias y realidades específicas que intervienen. Además, de las dificultades en la obtención de información sobre todo en contextos que se caracterizan por tener leyes sobre aborto restrictivas.
Los hallazgos de investigación coinciden en afirmar que la mujer es la principal protagonista de los efectos del aborto inducido: son las mujeres quienes se embarazan y abortan, quienes enfrentan y cargan con las consecuencias físicas, materiales, emocionales y familiares de interrumpir el embarazo, son quienes reciben casi exclusivamente las sanciones estipuladas por la legislación vigente, quienes mueren o sufren las secuelas físicas y mentales por haberse practicado un aborto en condiciones de higiene inadecuadas, quienes son estigmatizadas por la sociedad y quienes mayoritariamente no tienen el derecho a decidir libremente sobre su propia reproducción y a ejercer la sexualidad libre de riesgos e imposiciones. Finalmente, son quienes se encuentran en condiciones de mayor vulnerabilidad social, además de estar mayormente expuestas a sufrir sanciones de tipo moral. No obstante, algunos estudios destacan que los varones, la “otra mitad significativa”, además de que son quienes embarazan a las mujeres, muchas veces participan, además de ser responsables, de la toma de decisiones respecto a la práctica del aborto, ya sea a nivel societal, familiar e individual. Son varones quienes, desde el ámbito público, inciden mayormente en distintos aspectos relacionados con la interrupción del embarazo. Se trata de los legisladores y los encargados de la procuración de justicia los que dictan las leyes y establecen las condiciones y las regulaciones bajo las cuales se puede o no practicar el aborto; los médicos quienes, determinan los criterios y normas sanitarias al respecto, además de llevar a cabo tal práctica; los representantes de las religiones quienes dictan las sanciones, o en menor medida las anuencias morales y espirituales ante la interrupción voluntaria del embarazo. En el ámbito privado, los cónyuges, compañeros, novios o padres de la mujer obstaculizan o apoyan la realización de tal práctica. Pero aún estando ausentes o siendo indiferentes, los varones son quienes influyen indirectamente en la decisión de la mujer de recurrir al aborto.
En este capítulo documentamos, por una parte, algunas de las reflexiones académicas en torno a la manera de abordar la problemática del aborto desde la perspectiva de los varones. Por la otra, presentamos hallazgos de algunas investigaciones empíricas acerca del papel que juegan ellos en la experiencia del aborto, tanto a partir de las respuestas de las mujeres, como a partir de las propias voces de los varones. El panorama que mostramos, aún siendo parcial, evidencia la necesidad de priorizar y avanzar en el análisis de este tema, a partir de investigaciones cuyo sujeto de estudio sean los varones (y la pareja), ya que el aborto no es o no debe considerarse como un evento circunscrito y aislado de la mujer; en él la participación del compañero adquiere un papel crucial, no sólo en términos de recurrir o no a tal recurso, sino en sus consecuencias para ambos, aunque, las más de las veces, incidan más intensa y desfavorablemente en ella.
En este sentido, se han planteado diversos cuestionamientos pertinentes, sobre todo en los estudios críticos desde la perspectiva feminista. Parafraseando el título del libro de Ortiz-Ortega Si los hombres se embarazaran, ¿el aborto sería legal? (2001) y considerando lo que dicen Figueroa y Sánchez (2000) al respecto, cabe preguntarse: ¿si los legisladores, los juristas, los médicos, los padres, y por lo tanto los varones en general se embarazaran, el aborto sería legal? ¿Sería autorizado a petición de ellos, respetando y garantizado sus derechos? ¿Sería penalizado y estigmatizado social y moralmente de la misma manera? ¿Si los varones se involucraran en la experiencia del aborto de sus compañeras, las consecuencias para ellas serían las mismas? ¿Sería una responsabilidad compartida? A su vez, estas interrogantes guardan una estrecha relación con lo que sostiene Salcedo (1999) acerca de la imposibilidad de los varones de vivenciar en su propio cuerpo la experiencia del embarazo y su interrupción. De ahí no sólo deriva la insuficiencia participativa de los varones frente a esta experiencia, sino su valoración y actitud hacia ella.