Aborto y anticoncepción

Conclusiones

Las barreras sociales, culturales e institucionales para acceder a la anticoncepción explican, en gran medida, la escasa o total ausencia de una cultura y conducta preventiva para reducir la recurrencia al aborto.

Aunque los anticonceptivos modernos tienen una importancia clave para evitar embarazos no deseados, el acceso a los mismos y su uso efectivo siguen siendo insuficientes en América Latina y el Caribe. Este es uno de los factores que explica, en gran medida, que la región tenga la mayor tasa mundial de abortos, practicados, las más de las veces, de manera clandestina e insegura, como se ha visto en capítulos anteriores. Diversos factores influyen para que el empleo de anticonceptivos eficaces en la región sea mucho menor, a pesar del avance y los logros obtenidos al respecto. Uno de los principales consiste en la falta de información precisa y clara sobre estos métodos. Muchas mujeres latinoamericanas aun expresan reticencias y temores respecto a los métodos efectivos y, por lo tanto dejan de usarlos por atribuirles efectos secundarios que las más de las veces no tienen. Lo anterior tiene una estrecha relación con la falta de servicios de salud reproductiva, donde, entre otras cosas, se ofrezca orientación clara y precisa sobre el uso de anticonceptivos, que permitan a las mujeres elegir el que más le convenga, de acuerdo con la frecuencia con que tengan relaciones sexuales, su edad u otras circunstancias.

La situación es más preocupante sobre todo para las jóvenes y adolescentes, cuyo acceso a los anticonceptivos modernos suele ser más difícil que para el resto de las mujeres. También enfrentan fuertes obstáculos para acceder a tales métodos mujeres de grupos en situación vulnerable, como las indígenas o residentes en comunidades aisladas, adonde no llegan o tienen muy poca influencia los programas de planificación familiar. Otro factor que contribuye a desalentar la anticoncepción con medios modernos es la campaña permanente de actores conservadores que llaman a la abstinencia o al empleo de métodos naturales de poca efectividad para que las mujeres controlen su fecundidad. Pero lejos de lograr su cometido, los llamados en ese sentido sólo contribuyen a aumentar el número de embarazos no deseados y, en consecuencia, el de abortos. Faúndes y Barzelatto (2004) destacan “la paradoja entre declararse en contra del aborto y oponerse a la prevención de embarazos no deseados” aludiendo a los argumentos de los grupos conservadores: la oposición al uso de métodos modernos, en tanto métodos artificiales, o atribuyendo a algunos de ellos un efecto abortivo, así como la oposición a la educación sexual, bajo el supuesto de que propicia una iniciación sexual más precoz y frecuente. También, como dicen los autores, se trata de argumentos que finalmente llevan a promover el aborto con todas las consecuencias adversas que ello trae consigo en países con legislaciones restrictivas.

A todo lo anterior se suma un hecho innegable: por remotas que sean, siempre habrá posibilidades de que los métodos anticonceptivos fallen, aun los de probada eficacia. Y esto puede suceder, incluso, si las mujeres los emplean de manera correcta, precisamente para evitar embarazarse. Tal situación hace indispensable garantizar el acceso a todas las mujeres a servicios médicos de calidad, donde se practiquen abortos de manera segura, pues siempre habrá embarazos no deseados, que en muchos casos sea necesario interrumpir.

Para reducir de manera sustancial el número de embarazos no deseados, los países de América Latina deben extender los servicios de salud reproductiva, junto con los programas de planificación familiar. Paralelamente, es importante facilitar el acceso a los métodos anticonceptivos. Deberían distribuirse, inclusive, en forma gratuita o a muy bajo costo a los sectores con pocos ingresos, mayoritarios en casi todos los países de la región. Es necesario, asimismo, mejorar la práctica anticonceptiva y diversificar la elección de los métodos propuestos a las mujeres, para que la recurrencia al aborto no siga siendo la única opción que tienen las mujeres para regular su fecundidad. La resistencia de muchas de ellas al empleo de anticonceptivos podría aminorarse si se les propusiera una amplia gama de métodos, adecuados para sus necesidades. Entre tales métodos se encuentra la anticoncepción de emergencia, el cual, como ya se ha reiterado, resulta particularmente útil en caso de relaciones sexuales no protegidas, y de violaciones.

Otra acción muy importante consiste en ofrecer información sobre el uso de métodos anticonceptivos, confiable y fácil de entender, a todas las mujeres que hayan abortado, con el fin de que prevengan embarazos no deseados y, por consiguiente, no tengan más abortos, como todavía sucede con frecuencia. Evaluaciones acerca de la calidad de la atención postaborto en países de América Latina confirman que aún es baja la proporción de mujeres que al acudir a esta clase de servicio reciban dicha información. Al mismo tiempo, en muchos estudios sobre la APA se muestra claramente la intención manifiesta de las usuarias de utilizar un método seguro, sin embargo son casi inexistentes los estudios de seguimiento para evaluar dicha intención y los factores que obstaculizan su realización. Investigar la ocurrencia de abortos repetidos en la misma persona, podría arrojar luces al respecto.

La muerte de una mujer a causa de un embarazo que no fue planeado ni deseado, debido a la falta de acceso a métodos anticonceptivos es la manifestación más cruda de esta carencia. Constituye, además, una clara violación a los derechos humanos, de los cuales, los reproductivos forman parte (Padilla y McNaughton, 2003). Un acceso amplio a los métodos anticonceptivos modernos y a servicios de salud reproductiva de calidad, son acciones que contribuirán a reducir de manera sustancial la mortalidad y morbilidad maternas en América Latina, donde un gran número de mujeres sufren los efectos de practicarse abortos en malas condiciones. Así mismo, podrán cumplirse los compromisos que han sucritos los países de la región surgidos de conferencias como la de El Cairo (1994) y la de Beijing (1995), los cuales refrendan el reconocimiento internacional a los derechos reproductivos, que incluyen el acceso universal a servicios médicos de calidad donde se practiquen abortos seguros.

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